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Las sortijas con diamantes en la historia. Siglo XVII y XVIII

El siglo XVII

«Igual que el diamante en bruto de la mina
Sólo muestra su luz al quebrarse
Y no reluce hasta que es pulido,
Así el saber hacer brillar e genio.»

Guillermo-Orange-Maria-InglaterraRetrato del matrimonio del príncipe Guillermo de Orange y la princesa María de Inglaterra – en 1641, por Van Dyck.
María, de 10 años de edad e hija de Carlos I, y Guillermo de Orange, de 15 años, aparecen con sus galas nupciales, incluidas las joyas de ella. Guillermo sostiene el dedo de la novia, en el que hay una sencilla alianza de oro que ofrece un natural contraste con el broche de diamantes, facetados según la moda imperante en la época.

anillo fedeAlrededores del año 1600 el «gimmel» se unió a otro símbolo romántico, las dos manos agarradas de la «fede» (término italiano que significa «fe»). Los aros enlazados del «gimmel» terminan en unas manos que se unen cuando el anillo está cerrado. A estos símbolos se añadió un tercero, el corazón. En las sortijas especialmente elaboradas, un par de manos esmaltadas sujetan un gran corazón de diamante.

Otras sortijas del siglo XVII están adornadas con corazones inflamados de deseo, atravesados por las flechas de Cupido, coronados como justa recompensa a la fidelidad, sujetos por una única mano o agarrados por dos. Estos diseños eran engastados con diamantes en rosa y en tabla. Gustavo Adolfo de Suecia regaló a su novia, Elba Brahe, como anillo del amor un exquisito corazón de rubí rodeado de diamantes.

En completo contraste con esta atmósfera en la que imperaban los símbolos románticos, los puritanos, reaccionando contra el ritual eclesiástico, intentaron por todos los medios que se aboliera el anillo de boda. No lo consiguieron.

anillos possy

Aunque las sortijas «posy», esmaltadas con ramilletes de flores y con la inscripción en el interior del aro, fueron las más utilizadas en las bodas del siglo XVII, las sortijas de compromiso con diamantes tenían también un gran atractivo.

diamante talla rosa

Diamante talla rosa

En el casamiento por poderes de María de Módena con Jacobo II, celebrado en 1673, fue colocado un gran diamante -probablemente en talla rosa- en el dedo de la novia, que contaba 15 años de edad. Cuando en 1719 su hijo Jacobo Estuardo (el antiguo pretendiente al trono inglés) contrajo matrimonio con la princesa polaca Clementina Sobieska en Italia, fue utilizada esta misma sortija en la ceremonia.

El Siglo XVIII

DEL FRANCÉS:

«Lo más excepcional del mundo, después de un
espíritu perspicaz, son los diamantes…»

El Columpio

el columpioFue pintado por Jean Honoré y Fragonard y constituye una suma de su arte y de su siglo. Encargado para el deleite de un Barón, capta el espíritu y la moralidad de su época. La doncella del columpio, empujada por un obispo, deja volar sus faldas por el aire y lanza un zapato, mientras, desde abajo, un joven enamorado se desvanece ante tan exquisita visión.

«Te coronaré con una guirnalda de paja,
y te desposaré con un anillo de junco»

El empleo de anillos de junco para celebrar la alianza de una pareja estaba reservado principalmente a los enlaces indecorosos. Al igual que el diamante es el símbolo de la duración, el anillo de junco era efímero como la unión que bendecía. Sin embargo, el siglo XVIII proporcionaba a los acaudalados y a los instruidos una centelleante constelación de anillos de boda y esponsales.

El hallazgo de diamantes en Brasil incrementó de forma espectacular la provisión de estas piedras; las joyas de diamantes se convirtieron en el principal interés del joyero. Al mismo tiempo, la mejora de iluminación por velas significaba que podían celebrarse un mayor número de acontecimientos sociales por la noche, momento en que estas centelleantes piedras podían ser contempladas en su máximo esplendor. Todas las damas elegantes gustaban de aparecer con los dedos reluciendo a causa de los diamantes, que podían ser blancos, y de color. Ninguna otra piedra preciosa poseía el carisma del diamante, por lo que éste se convirtió en el cómplice favorito de la mujer en sociedad.

A fin de satisfacer el deseo de que el diamante emitiera destellos, las técnicas de pulido volvieron a perfeccionarse y las tallas en rosa fueron desbancadas por el brillante redondo. Los engastes fueron recortados con el propósito de dejar al descubierto una parte mayor del diamante; y para mostrar aún más el blanco destello de la piedra, los diamantes fueron engastados en plata a fin de incrementar su blancura y su brillo. Del mismo modo, la antigua técnica de bordear los engastes con laminillas de metal coloreado siguió utilizándose con el propósito de dar realce a otras piedras: el color rojo para rubí y el verde para esmeraldas.

Desde 1760, aproximadamente, la parte interior del anillo era recubierta de oro para evitar el deslustre que se produciría con el roce del dedo de la dama.

A mediados del siglo XVIII, el diseño acusó la influencia del despreocupado espíritu rococó. Ahora, que ya se aceptaban igualmente diamantes coloreados y los blancos, las piedras fueron convirtiendo de forma gradual en el centro de atención del diseño. Existían numerosas variantes del tema de los corazones, que podían aparecer engastados con diamantes blancos y coloreados, atravesados por flechas, enlazados y coronados, o atados en un nudo de enamorados.

A partir de la década de 1770, dichos emblemas fueron sustituidos por declaraciones amorosas escritas con letras de diamantes -RECUERDO, AMITIE, AMOUR-, en engastes planos esmaltados en azul oscuro y enmarcados con perlas o diamantes de talla en rosa. También existía una ingeniosa ampliación del principio del «gimmel», donde cada letra estaba unida a un aro distinto, que al unirse a los demás formaba un anillo.

Las femeninas, bellas y delicadas joyas llenas de color de este tipo eran la perfecta expresión del gusto elegante y refinado del periodo.

Los anillos que simbolizaban el amor eran sumamente apreciados, y, más que ninguno, la sortija de compromiso. Los anillos protectores, precedentes de las alianzas de aniversario con diamantes que se regalan en la actualidad como símbolo de la durabilidad del amor y que fueron creados para ser llevados encima del preciado anillo, se hicieron sumamente populares.

Anillo reina carlota de InglaterraPara salvaguardar su sortija de boda, la reina Carlota colocó junto a él en el dedo otro anillo de diamantes. Dicho anillo se encuentra aún en el castillo de Windsor.

El sentimiento no era exclusivo de las damas elegantes. El gran lexicógrafo, Dr. Samuel Johnson, definió la palabra anillo en su diccionario como: «un instrumento circular que se coloca en los morros de los cerdos y en las manos de las mujeres con el propósito de contenerlos y ponerlos bajo control». Sin embargo, tras la muerte de su esposa, el devoto Dr. Johnson, guardó la sortija de boda de ésta en una caja que llevaba la siguiente inscripción:
«¡Eheu! Eliza Johnson, Nupta el 9 de julio de 1736, Morta , ¡eheu! El 17 de marzo de 1752.»

En este siglo la sortija «posy» cambió de tono. En lugar de figurar ocultas en el aro, las inscripciones se encontraban en el exterior esmaltadas de forma decorativa, y los sentimientos denotaban despreocupadas alegrías en vez de solemnes intenciones.

(Irónicamente, el «motto» romántico «sans peur» fue el elegido por la Srta. Annabella Milbanke cuando contrajo matrimonio con Lord Byron en 1815.) La encantadora historia de la sortija «posy» concluyó con la Ley sobre los Anillos de Boda, que al hacer obligatoria la presencia de contrastes completos desterró el espacio necesario para las inscripciones.

Joyería Plaor

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